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Bibliografía

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DESTERRITORIALIZACIÓN

 

 

EL SENTIDO DEL PROYECTO

 

 

Proyecto parado. Pausa. Espera. Paciencia ecológica.

 

           Después de once semanas en casa y una vez paralizado cualquier intento de colaboración presencial, habiendo incluso abandonado las ideas que se encendían como chispas acerca del formato online, me siento a reflexionar. Ante la ausencia del arranque de las actividades y la quietud, los huecos organizativos e institucionales permanecen difuminados en sus respectivos espacios; sin entrecruzarse, sin anudarse los unos con los otros. Con menos energías que antes, las palabras de Byung-Chul Han, en la voz de Žižek, me resuenan:

 

Today, everyone is an auto-exploiting labourer in his or her own enterprise. People are now master and slave in one. Even class struggle has transformed into an inner struggle against oneself.” The individual has become what Han calls “the achievement-subject”; the individual does not believe they are subjugated “subjects” but rather “projects: Always refashioning and reinventing ourselves” which “amounts to a form of compulsion and constraint—indeed, to a more efficient kind of subjectivation and subjugation. As a project deeming itself free of external and alien limitations, the I is now subjugating itself to internal limitations and self-constraints, which are taking the form of compulsive achievement and optimization. (Žižek, 2020: 20)

 

           Me cuestiono, aquí y ahora, sobre los límites y la propia esencia de ¡A la deriva! Como si la misma realización de este TFM continuara exponiéndome a perseverar con el proyecto aún cuando las cosas permanecen estancadas, los espacios se tele-habitan desde los salones de las casas de las trabajadoras, y yo, me visualizo estirando de algo que deviene languideciente en páginas virtuales del ordenador. Si me articulo como ese “achievement-subject” que compulsivamente siente la necesidad de producir una propuesta óptima para satisfacer las demandas de este ecosistema concreto de relaciones y aspiraciones teóricas en las que me fundamento, llegando reinventarme a mí misma pensando acerca de alternativas virtuales con las instituciones para lograr mis objetivos académicos, sociales y personales. Tantas otras dudas.

 

           Más allá de qué sentido tiene este mapa colaborativo concreto en estos momentos, me abstraigo y pienso sobre la propia esencia del proyecto en sí. Fácilmente, recurro a Boris Groys:

 

           […] el hecho de que el estar embarcada [masculino en el original] en un proyecto justifica retirarse del ámbito público en soledad, siendo necesario ese espacio de secreto para proyectarse la autora [masculino en el original] a un tiempo futuro que debe traer al presente en forma de un producto que servirá para restituir la economía temporal –el tiempo perdido en el proyecto pasará a ser, en el producto, tiempo invertido. […] El arte deja de ser la obra y pasa a ser un modo de vida, y la producción del artista es la documentación de ese modo de vida. Sin embargo, la disparidad entre original y documento (aunque sea una documentación exhaustiva) siempre es insalvable, e incluso si lográramos desarrollar un procedimiento de reproducir la vida en su totalidad y con absoluta autenticidad, finalmente no obtendríamos la vida misma sino una máscara mortuoria de la vida. (Groys, 2015: 224)

 

           Bien, me resulta gracioso leer algunas líneas o ver determinadas películas de hace un tiempo sobre política y sociedad a lo largo de estos días, desde la mirada esquizofrénica del confinamiento y como esperando que alguien lo mencione, que esté presente este contexto. Deseando que se tenga en cuenta que la calle está reservada, delimitada al uso de la mascarilla y a unos horarios estipulados según categorías de sujetos. Ciertamente, gran parte del diseño y de la redacción de este trabajo se ha realizado desde la -relativa- soledad retirada del ámbito público. Siempre en paralelo a todas las otras soledades -relativas o no- del resto de hogares, vecines todes que somos por muy lejos que estemos. Del mismo modo que enuncia Groys, este producto material que narro restituye mi tiempo invertido, siguiendo la concepción económica temporal que aquí está en juego. Este relato es la documentación de mi modo de vida de los últimos meses que he intentado hilvanar; entre pausas, territorios y momentos. Me doy por satisfecha aún sabiendo que, entre texto y experiencia y documentación, yacen huecos insalvables. Constantemente, me lanzo hacia el futuro como promesa de la ruptura de este aislamiento, no voluntario pero que sin duda acompaña a la posibilidad de escritura y replanteamiento. Me da tiempo, me roba del metro, del ir y venir, de estar fuera de este nuevo “En-Casa”, imperativo. Constantemente, me visiono en un supuesto mes de septiembre en el que haya algo cercano a lo que yo antes denominaba mi normalidad, hecha de pedacitos de espacios y territorios reiterativos. Porque sino, todo este análisis me habrá servido de mucho a mí, pero habrá sido pésimamente compartido ¿De qué me sirve pensar en solitario? He aprovechado para presentar el proyecto a convocatorias artísticas, apostando por un amparo económico y con la intención de mantener a las derivas en constante marea. #Quédate. Con esa fantástica almohadilla que me resulta cartográfica, como un diseño minimal de lo que puede ser un territorio, o varios, una desterritorialización, unos nodos, abierto permanentemente.

 

           Me copio. Copio la fantástica coda con la que Paola Villanueva concluye De qué hablamos cuando hablamos de Proyecto Artístico. Derivas desde los artistas, la institución y el arte contemporáneo (2017). Retumban tambores, suena la música. Como en muchos de los finales de las películas de Hollywood, se acerca el fin. Ritornelos. No tanto como una canción fronteriza, que desde un cuerpo militar instaura los límites del estado de guerra. Más bien como, de nuevo, un movimiento de fuga hacia cualquier parte. Tristemente, sobre el papel, todo mi discurso ha devenido en una suerte de relato lineal histórico pese a la superposición de capas, enredos, lazos y nudos. Una imagen de libro-raíz (Deleuze y Guattari, 2004). Quedo satisfecha, no obstante, y celebro las palabras que me confería mi tutor Fernando Hernández en una de las reuniones online, más o menos: “con tu trabajo es con el único con el que no preveo un final claro, se abre aquí y allí, y sigue, y se vuelve a abrir. Puede acabar de mil maneras”. Para mí, no basta como presentaron Deleuze y Guattari en Mil Mesetas (2004), un libro hecho a pellizcos:

 

           Al levantarnos cada mañana, cada uno de nosotros se preguntaba qué mesetas iba a coger, y escribía cinco líneas aquí, diez líneas más allá… […] Hemos trazado círculos de convergencia. Cada meseta puede leerse por cualquier sitio, y ponerse en relación con cualquier otra. (Deleuze y Guattari, 2004: 26)

 

           Sin embargo, más adelante advierten: “Conocemos pocos logros de este género. Nosotros tampoco lo hemos conseguido. Únicamente hemos empleado palabras que a su vez funcionaban para nosotros como mesetas” (Deleuze y Guattari, 2004: 26). Este ha sido también mi intento de conectar “mesetas que comunican unas con otras a través de microfisuras”, conceptos como “líneas […] estratos, cadenas moleculares, líneas de fuga o de ruptura, círculos de convergencia, etc.” (Deleuze y Guattari, 2004: 26). A mi modo de verlo, es preciso subvertir el orden del formato libro aquí, del .pdf de caída en picado vertical. Mi intención desde el inicio es la de presentar un formato abierto, cargado de hipervínculos, reconectado, extendido sobre un plano de inmanencia en el que la propia lectora intervenga como nómade, me acompañe sobre este barquito de vela, entre las islas, penínsulas y continentes de palabras amontonadas de esta experiencia, que a la vez indagación.

 

           Puesto que no he construido un ancla; y créeme sería un gran peso acarrearla, lanzarla, cada vez que quisiera pisar tierra y, recogerla de nuevo cuando estuviera apunto de zarpar; me coloco siempre dentro de este trabajo lejos de verdades absolutas, uniformización y, por mucho que hable de colectivos, ya se ha podido ver que éstos son contados y se mantienen por lazos de confianza a estas velas. Lazos que determinan enormemente como me muevo cuando sopla el viento, por ello me he centrado en narrar mi proceso dentro de aquel pedagógico-artístico de toda la propuesta. Desde este mar, no puedo tirarme al agua, rendirme, dejarme morir, y decir que aquí se ha acabado ¡Con lo que me ha costado mantenerme a flote! Entre encuentros, relaciones y ensamblajes. No tiene ya sentido seguir justificándome, me voy hacia la isla más cercana para ver la puesta de sol, aunque tal vez, según como me gire, me quedo aquí y miro el amanecer que está ya casi emergiendo por el lateral de las dunas.

BIBLIOGRAFÍA

 

 

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DESTERRITORIALIZACIÓN

 

 

EL MUSEO COMO TECNO-ARCHIVO: LA INVERSIÓN DEL TERRITORIO

 

 

13 de marzo. Confinamiento. Museos cerrados. Justícia ya no me responde. Paréntesis en los talleres escuela del Centre Penitenciari de Joves. Distanciamiento social. Mascarillas. Geles desinfectantes. Proliferación fronteriza. Delimitación, multiplicación, delimitación. Política del miedo. Lo cultural es online. Proyecciones. En cualquier parte, una pantalla.

 

           Me parecería a simple vista que la paralización de la actividad, hasta entonces cotidiana, de las instituciones y de la posibilidad de activar esta propuesta supusiera una parada general. Tal vez una ilusión de calma que rompería con el frenesí del capital en las ciudades, lógicas de la velocidad de los intercambios. Contrariamente, como muchas de mis amistades han anunciado estos días, no ha servido para descansar sino para englobar más tiempo de nuestra vida dentro de los sentidos del trabajo, suponiendo más inmediatez, más omnipresencia. Los territorios y sus movimientos corren, de la censura con respecto al tránsito de personas deambulando por sus respectivas arquitecturas a la proliferación de actividades en línea y adentramiento en los espacios de los hogares. Ahora, estos lugares, más silenciosos que antes, aún con menos voces.

           

           Todo rizoma comprende líneas de segmentariedad según las cuales está estratificado, territorializado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero también líneas de desterritorialización según las cuales se escapa sin cesar. Hay una ruptura en el rizoma cada vez que de las líneas segmentarias surge bruscamente una línea de fuga, que también forma parte del rizoma. (Deleuze y Guattari, 2004: 15)

 

           Mi gozo en un pozo. La base de esta propuesta, el contacto entre los cuerpos, se desvanece. #QuédateEnCasa. Casi se trataba de eso, de entender los límites, las marcas del construir un “en-casa”, un territorio y sus fronteras, desplazándose entre ritornelos. Desde ahora, otro lugar, me aferro a la posibilidad futura ¿y si…? ¿tal vez en unos meses…? Estaba muy contenta ¡Me había llovido una ficción! Casi sin darme cuenta, corriendo y sudando por no llegar tarde al encuentro del máster delante de la entrada en el MNAC ¡Cuántos peldaños para ascender al mirador! Entre unos minutos de espera y reprender el camino que conducía a nuestra reunión con el Departament d’Educació, atisbar la caja de cristal donde se disponen objetos a la venta encima de la escalinata. Que me volviera la imagen pasadas las horas. Que me hiciera pensar. Que se conectara y se reconectara. La reunión con el MNAC y el resto de movimientos que ya se han narrado. Un viaje entre brechas y oleadas que ahora parece tan evidente y pulido, organizado. Sin embargo, no me rindo. Vuelvo sobre las fronteras y pienso que, si el concepto es la resiliencia, tendremos que adaptarnos.

 

           ¡Que no se desaten estos nodos! Como un barquito de vela. Contacto con Teresa González y me dice que el Museo está en “paràlisis total”, trabajan desde casa y que “no és una prioritat ara mateix” la propuesta de colaboración. Vuelvo sobre mí, yo también sigo trabajando desde casa, hago las mismas atenciones a jóvenes pero online, desde el salón de mi pisito. Incluso, el Departament de Joventut se ha venido arriba y ahora hacemos directos sobre las posibilidades de retorno para jóvenes en el extranjero y acompañamiento sobre el estado de los programas de movilidad en la actualidad. Hace unos meses, preguntaba a la técnica sobre las posibilidades de grabar obras del MNAC para reproducirlas en el CPJ, siguiendo el sentido de la proyección desde Boris Groys, como he anunciado en la propuesta de los anexos. La respuesta que obtuve fue: “Per què? Ja tenim l’arxiu de la col·lecció online”. Y por mucho que insistiera, parecía una peonza que no cesaba de girar sobre el mismo punto… ¡Ya lo tengo! ¿Y si propongo que las actividades se hagan a distancia a través del archivo digital? No podría sin duda ser una propuesta más que original, innovadora y dentro del giro pedagógico propio de la época de pandemia. No descanses.

 

           Me planteo aquí la noción de archivo desde Foucault, como un sistema que rige la aparición de enunciados como acontecimientos singulares y establece, a su vez, la ley de lo que puede ser dicho. Esta materialidad que se da por diferentes formas de acumulación y conexión, “se da por fragmentos, regiones y niveles” (Foucault, 2003: 221; en Guasch, 2011: 49), carece de límites, más definida por sus “agujeros” que por su información (Guasch, 2011: 304). Una serie de discursos no continuos ni narrativas absolutas, más bien, unidades y relaciones, enunciados que no remiten a una instancia fundadora, a una estructura descentralizada, sino a las propias correlaciones y exclusiones. Yendo más allá, se configura como un “campo expandido” (Bate, 2007: 3; en Guasch, 2011:50) en el que estos discursos fragmentarios combinados sin delimitaciones jerárquicas pueden ser analizados, como un rizoma. Foucault se sitúa desde un pensamiento arqueológico por el cual excavar el archivo revelaría no sólo lo que hay en él sino también las condiciones o reglas que hacen posible su existencia, el “a priori histórico”. Lejos de un afán interpretativo e histórico progresista, se busca reflejar sus prioridades organizativas no neutrales. Con mucho aprecio por la obra del autor, comparto la siguiente cita de Miguel Morey acerca de estas cuestiones:

 

           Si la biblioteca implica un único sentido, un tal saber absoluto, el archivo, al contrario, tiene por función cobijar aquello que no tiene sentido guardar en la memoria. En este nivel, la oposición entre biblioteca y archivo es una oposición que enfrenta a una forma de interioridad y otra de exterioridad. La biblioteca sería un lugar de interiorización posible, mientras que el archivo nace del gesto mediante el cual exteriorizamos nuestra memoria, la depositamos en algún lugar ajeno que no es el lugar de nuestra propia e íntima experiencia. (Morey, 2006: 24; en Guasch, 2011: 49)

 

           El Museo-biblioteca se repliega como un “corpus organizado” (Guasch, 2011: 49), un espacio de prestigio y autoridad aristocrática, como proyecto único de ordenación de nuestra cultura, acarreando el peso de la tradición. Por el contrario, el archivo digitalizado “hace aparecer las reglas de una práctica que permite a la vez a los enunciados subsistir y modificarse regularmente” (Foucault, 2003: 221, en Guasch, 2011: 49), abre otra manera de leer ese lugar previo tan selecto. Subrayando que acceder al archivo online del MNAC nos aleja de su escalinata fronteriza, de las subjetividades que la recorren, la habitan.

 

           A partir de los años noventa surge un giro que posicionará entre otras tendencias a la obra de arte “como archivo”, pasando del “material histórico oculto, fragmentario y marginal” (Guasch, 2011: 163) al hecho físico y espacial interactivo. La cultura digital desplazará el “espacio archivo”, unido a la arquitectura, al “tiempo archivo”, vinculado a la virtualidad de la red y a una nueva “cultura de la memoria” (Guasch, 2011). Los datos digitales, cada vez más accesibles, se guían por principios de flexibilidad. Recuperando la imagen-biblioteca y la imagen-archivo, “la información inmaterial responde a una racionalidad completamente diferente respecto a los sistemas de memoria materiales, por lo común ordenados linealmente” (Guasch, 2011: 163). Las salas del MNAC, el mapa numérico listado según épocas y divisiones históricas de las obras de arte. En cambio, la digitalización queda próxima a una “lógica laberíntica y, a la vez, borrosa de la cultura oral, es decir, una cultura sin registros escritos. Las historias cambian mientras son contadas y siguen cambiando al ser contadas de nuevo, los mismo que ocurre con los recuerdos personales” (Guasch, 2011: 164). En este sentido, el archivo online del MNAC está separado por infinitas páginas con obras, pestañas, hipervínculos y categorías selladas por el Museo, pero con la opción de incluir un “tag social” abierto a navegantes. También, se pueden encontrar algunas descripciones físicas e históricas que carecen de imágenes sobre el original y opciones de compartir el contenido hacia redes sociales.

 

            A propósito de esta reflexividad entre la obra y su digitalización, Derrida destaca la condición material del archivo como su exterioridad, depositada en algún lugar (principio físico, ontológico o histórico), regida por técnicas de consignación y articulación de los elementos que conforman esa unidad ideal (principio de mandato y nomonológico) (Guasch, 2011). El archivo “representa el ahora de cualquier tipo de poder ejercido en cualquier lugar o época” (Guasch, 2011: 166). Cuando solicité la grabación de algunas obras se me sugirió rápidamente el uso de la plataforma online, donde la luz, el ángulo centrado, la dimensión y la proporcionalidad son registradas por la institución. Por ello, Derrida esgrime que el acceso a interpretar los signos y re-conocerlos es un privilegio, el uso directo o indirecto de entrar en contacto con el archivo para saber está en manos del arconte. Ahí la frontera, ahí el Estado nación, ahí el capital, ahí la cultura, ahí lo disciplinario. Lo mismo ocurre con la entrada general al MNAC y su precio, o mejor aún, la posibilidad de concertar una visita al archivo físico propio del Museo. Por el contrario, lo inmaterial como el “afuera” de la memoria en el archivo digital de Internet, un flujo continuo de datos “sin geografía y sin restricciones temporales […] el cual está a punto de transformar todo el espacio público y privado de la humanidad, así como el límite entre lo privado o lo secreto y lo público o fenomenal” (Derrida, 1997: 25; en Guasch, 2011: 167). Accesible desde casi cualquier dispositivo con conexión a Internet, el Museo-red se posiciona de una manera más democrática en cuanto al público se pueda referir. Aquí y allá, qué importa el territorio, se puede visualizar el contenido. El archivo online del MNAC como un “no lugar”, una no geografía, con el sonido vago de fondo de Foucault que nos posiciona en un espacio que escapa a la lógica institucional normativizada pero que es creado desde ella, una especie de parodia que crea espacios vacíos de responsabilidad (Spíndola, 2016). Sin embargo, algo de geográfico reside en él, en sus canales, puentes que salvan distancias y reconectan pantallas, uniones, fronteras digitales para subjetividades que no pueden acceder a esos recursos, exclusiones, direcciones rastreables de IP, hacer un mundo otro ¿Cómo se habita todo esto? Pero a la vez, se entreabre una pequeña oportunidad de dar nombre, añadir un “tag propio”, reconectar y compartir en la red. En palabras de Agamben releyendo a Foucault desde una “arqueología filosófica”, el archivo “entre el punto de partida y el devenir, entre un archipasado y el presente” (Guasch, 2011: 304). Jugar con el archivo del Museo como catapulta a lo nuestro, a generar otro común, a reconectarlo por la posibilidad de separación de sus unidades, de cruce, de conversación desde y entre cualquier espacio. Aunque con matices respecto de una grabación audiovisual propia en la que dialogaría yo con la cámara y la obra de arte, el archivo del MNAC puede posicionarse desde el CPJ o desde un concierto en Roca Umbert, y por ello resulta conveniente hacer salir el Museo de sí mismo en nuestra propuesta de intervención (Anexos). “Los archivos digitales son inestables, elásticos, entidades vivas, como las historias y los rituales de las culturas orales” (Brouwer y Mulder, 2003; en Guasch, 2011: 164).

 

           Desde aquí, cazo a pieldemuseo en su propia inversión fronteriza. Todo lo exógeno que podía tener su arquitectura pronunciadamente estirada hacia fuera por la pecera de vidrio mercantil sobre las escaleras, se convierte en interioridad en su plataforma. En la red, la existencia del MNAC queda delimitada por su dominio web y su propio juego de códigos internos. La pantalla es plana, inmanente, es todo Museo, no hay jardín ni ciudad. Como espacio digitalizado, reflexivo del original material, localiza ahí también una posibilidad de compra de las imágenes del archivo en línea, no extensa, laberíntica. De la transparencia de la caja de cristal casi invisible, de la luz fulgurante de la tienda interior a los píxeles de su página web donde seguir participando del consumo de sus obras. La imagen pixelada nos acompaña en nuestro devenir del día a día, nos acompaña como fantasma y como incapacidad de ser sombra (Derrida, 2012), una unidad de memoria artificial que no remite a nada más que a su propio vacío, luz de pantalla. En cierto modo, los sistemas políticos de la época digital han circulado en ese ir y venir entre la materia y lo digitalizado. Durante la Guerra Fría, el socialismo soviético se presentaba como una alternativa material de futuro, en ese momento aún una visión vaporosa. Las imágenes referenciales de la fotografía o el cine conferían esa idea de que lo visionado ahora es real y material o en algún momento lo fue, fue registrado en el pasado y existe una secuencia lineal histórica de transformación; el paso de lo material a su representación digitalizada. Los objetos estuvieron ahí antes como las luchas políticas por una u otra alternativa. Para el archivo digital del MNAC se presuponen unos originales expuestos en las salas. Sin embargo, en una noticia publicada por el ICUB se pueden leer: “Des del seu web podeu visitar totes les obres del museu ordenades per col·leccions, algunes de les quals no estan exposades i, per tant, no les podríeu veure en persona” (Institut de Cultura de Barcelona, 2020). Pienso, esquizofrénicamente, en la posibilidad de que esas obras no estén ni en el Museo, mejor aún, que ni existan. La imagen pixelada es una secuencia algorítmica y por mucho que nos recuerde a algo, es solo luz. No existe uno anterior, es inmediata y se desvanece. Estos significantes permean el resto de entidades digitales en Internet, que hace de prisma expansivo. Pero puede ser conectada, rebrotar el rizoma. A través del píxel, la pantalla se torna en agujero de acceso a la interioridad del Museo desde la distancia, de hender la institución hacia afuera desde el CPJ. Conectarse para entrar ver el archivo de la colección, conectarse desde el CPJ para salir de las habitaciones del módulo. Lo digital se desvela como la reorganización de los sistemas fronterizos aquí presentes, generando nuevas limitaciones desde otros lugares, pero permitiendo un discurso más propio en el que el archivo se recoloque o se desmiembre y pase a formar parte de otras conexiones, desbordando los territorios y reterritorializándolos a otro nivel.

 

           Mucha espuma. Un oleaje. En el CPJ se han aplazado incluso sus propias actividades formativas y sociales. Encuentros familiares por videoconferencia. Juegos y pasatiempos en los módulos. Habitar desde la red ¡Qué esfuerzo! Cae la noche. Mar en calma.

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