Nací y crecí en una barriada del área metropolitana, en la periferia de Barcelona. Casas hechas a mano y con sudor por personas como mis abuelos que huían del hambre y la pobreza con sus hijos e hijas sobre sus lomos. Mi otra mitad también está marcada por recuerdos de pasos, caminatas, risas y llantos de guerra. Ca n’anglada es un hueco, un espacio donde antes se plantaban sillas al sol en las puertas de los garajes y donde aún se huele a hachís en las mesas de los cafés. Ahora, cada vez más desierta, anciana, escindida profundamente en dos, víctima de la demolición anti-guetos, se llena de luces para acoger a las más grandes superficies comerciales de la ciudad.
Desde allí, inspirada en los textos de migración de Agota Kristof (2007, 2008 y 2009) y las imágenes en blanco y negro de Murnau, escribí sobre la frontera campo-ciudad como trauma y recuerdo-espera del amor. En los anexos recupero el pedazo y lo comparto. No ha sido corregido ni será revisado. Es de 2013.
Me recupero, a pedazos, entrecortada, en las siguientes páginas, soy parte de un territorio nómada rizomático que no puede ser contado más que parcialmente. Doy cuenta de mis pasos.